miércoles, 23 de septiembre de 2009

Las Primeras Goteras



Daniel R Scott

Es ya de madrugada. En el silencio de las primeras horas de la mañana alcanzo a oír el cercano rumor de una lluvia que dentro de poco dejará caer sobre la teja vieja y rota sus vocales, consonante, sílabas y frases. Cae ya la lluvia y al instante se oye el característico sonido que mi duermevela intenta en vano ignorar: el de la rítmica e intermitente gotera que cae en algún rincón del cuarto. ¿Cuantas veces nos hemos trepado al techo para refaccionarla y ella sigue allí, incorregible? ¿Será que quiere decirme algo? Pero no importa. La imaginación se escapa de su claustro y juega y dialoga con el inanimado e impersonal mundo de las cosas que son, dándoles vida propia.
El goteo en su breve caída de la grieta del techo al piso se me antoja parábola o copia fiel del ser humano y de la brevedad de la vida. Cada una de esas gotas, la totalidad de ellas, me son también un conjunto de ideas, máximas, lugares, situaciones y personajes que llevo dentro de mí y debo dejar anotadas en la tinta y el papel.
La gotera de mi cuarto: Biblia, Credo, Proverbio...

II

¡Pues allí viene, veanlo! Cabalga cual un nuevo Quijote salido de la imaginación de algún Cervantes anónimo. Caballero hedonista y existencial. ¡Es el loco, el orate de esta época! Viene sin armas ni armaduras oxidadas, no le interesa nada. Viene predicando pasos, recitando el "Estoy Viviendo" en lugar del "Padrenuestro". Es el loco efímero de un solo día, la gota que desciende de la techumbre agrietada para morir aplastada en los suelos, el hijo bastardo de esa lluvia que viene y se va. Tiene algo que decir al mundo. Su mensaje es: "Estoy existiendo, no traigo credos ni respuestas". Si le preguntas cual es su prédica a la humanidad, desde lo alto del monte te responderá con voz de trueno: "Existo es mi prédica; el beso, la caricia y el oler de las flores la nueva religión"
Loco de la época, predicador de pisadas: tan solo vives antes de hundirte en la nada de nadie...

III

Muchacha hija del ebano, niña-mujer marginal y sin porvenir: ¿Por qué me dejaste saborear el oscuro y suave néctar de tus labios si luego desaparecerías dentro de una interminable noche de ausencias? En esa húmeda y silenciosa noche sin estrellas, ni lunas, ni porvenir de amaneceres, mi corazón se embriaga sorbiendo copas de tristezas y vaga dando traspié. ¿Por qué me dejaste pulsar las tensas cuerdas de tu piel oscura si luego mis dedos se extraviarían en el vacío infinito que dejó tu partida? Ahora de nada sirve mi talento de artista si ya no existes tú, instrumento musical de suaves contornos que ejercitó alguna vez mi inspiración y mi pasión

IV

A semejanza de otros años, hoy asomó su rostro nuevamente por la ventana: suave brisa vestida con los hilos invisibles de una lluvia que aún no cae pero que pronto caerá. Viejo amigo mío, mensajero que parece venir no de los cielos recónditos sino de las regiones más remotas de la memoria y de los recuerdos. Tu rostro que al acarició las palmas del jardín, me expía ahora por la ventana, invitándome a recordar lugares ya idos, caminándolos por las aceras y bajo las sombras de los árboles de la plaza.
Amigo que despliega ante mis ojos solitarios un álbum misterioso de escenas que ya las siento como viejas fotos en blanco y negro.

V

Odié (Dios lo sabe) la injusticia, y los injustos me brindaron su amistad; amé la paz, y el destino me hizo morar en la tienda de los violentos. Quise gritar, desgarrarme el alma, y tan solo pude gritar mi silencio (un silencio poblado de dolores) En lo profundo de mi ser quise huir, pero en mi huída no encontré caminos ni escondites. ¡Huir, correr, esconderme! Porque quienes me aman juegan a la injusticia; se ejercitan en la violencia quienes mi bien desean

VI

No, mi pequeño trozo de verdad, migaja de universo, no te amo, pero eso no significa que no te ame. No me pidas explicaciones ni coherencia, solo oye mis razones delirantes. Deja que me recree en tus profundos ojos verdes, en el espíritu que los anima; déjame acampar bajo sus muchos cielos de ánimos. Navegar en ellos en mi inspiración, sobre barquitos de tinta y papel; plasmar sobre el lienzo todas sus noches y sus días, cada una de sus cuatro estaciones

VII

Dime, ¿Por qué lo hiciste? Desarraigarte así ( con sonido de disparo y olores a pólvora) del jardín de la vida, tú, pequeña florecílla de grato aroma anterior a cualquier primavera. Es que ni flor eras, sino blanco y tierno capullo que recién abrías tus pétalos a la existencia. La alegría juvenil, esa dicha pura e infantil con presagios de mujer que chispeaba en tu semblante pícaro y jovial te abandonó (¿a donde se fue?) y solo quedó tu bello rostro congelado en los hielos de la muerte. Dime, ¿qué te hiciste? Tú, que me despediste aquella tarde, entregándome en la tinta y el papel un "espero que vuelvas en cualquier oportunidad".
Pero yo no regresaré y tu jamás volveras.
"En alguna parte, en la eternidad de Dios, esto también tendrá sentido" (Jean Samuelson)
Julio de 1995
Daniel Scott es estudiante de Derecho, trabaja en la Biblioteca Pública Central "Rómulo Gallegos" del Estado Guárico