jueves, 27 de agosto de 2009

Coyuntura

Manuel Guevara

El panorama nacional, e internacional, se le complica cada vez más al régimen de Chávez. No se trata solamente del clima de protestas (trabajadores, periodistas, estudiantes, comunidades) en muchas partes del país, pese a estar en un mes usualmente tranquilo por las vacaciones. Se trata también de la crisis económica que arrecia, de la inflación que se hace sentir, de las contradicciones internas del régimen que se agudizan, del abierto enfrentamiento a Chávez que el gobierno colombiano desarrolla -con pruebas en la mano- con graves consecuencias para su imagen internacional, sino también por la intensificación de los esfuerzos unitarios de los distintos sectores sociales y políticos para resistir el embate totalitario.

Una marcha diferente

Marchas ha habido muchas pero esta del sábado 22 de agosto tuvo algunas características importantes. Primero, lo multitudinario con respecto a los últimas convocatorias realizadas, pese a estar en temporada vacacional. El mismo Chávez habló de “cien mil burguesitos”. Un elemento fundamental en lo exitoso de la jornada fue su carácter unitario; en la presencia de numerosos líderes de los partidos y de la sociedad civil encabezando la movilización, con su militancia. La presencia de estudiantes de las principales universidades de Caracas y del interior, también destacó en la jornada.

El rasgo más distintivo de la marcha, sin embargo, fue su carácter aguerrido. La gente fue a marchar a pesar de las amenazas abiertas de que iba a ser reprimida, como se encargó de anunciar el ministro del interior en cadena nacional. La movilización policial a lo largo de la ruta permitida abrumaba por su número y equipamiento; todo un ejército para enfrentar a civiles desarmados. Cualquier cosa hubiera motivado a la PM y a la GN para reprimir. ¡Esa era la orden y se cumplió! Pero la gente no se amilanó ante las amenazas y el despliegue. El ambiente era de marchar y de protestar contra los abusos oficialistas. La PM y la GN tuvieron que apelar a cuatro andanadas de bombas lacrimógenas, frente a la resistencia de los manifestantes, que se replegaban y volvían. La PM Incluso lanzó bombas dentro de la estación del metro Colegio de Ingenieros, causando entre los pasajeros y las personas que permanecían en los andenes angustia y asfixia.

Lo que en un país democrático hubiera sido una movilización normal, el oficialismo la vivió como una amenaza a su estabilidad; ellos temen –con razón- de que cualquier cosa pueda encender la pradera. El nerviosismo los llevó a improvisar una concentración en el centro, con empleados públicos; “revolucionarios express”, quienes reciben una franela roja, asisten, se hacen ver por sus jefes, y, en cuanto pueden, se pierden: acto que no reunió ni a 5 mil personas.

¡La crisis llegó!

La sensación de deterioro nacional se acrecienta. Se acabó la ilusión de vivir en un clima de progreso y abundancia. La cifra de la caída del PIB (-2,4%) durante el segundo trimestre no hizo sino confirmar la realidad que se vive en Ciudad Guayana (con la debacle de las empresas básicas), en el Oriente y en el Zulia (con la crisis de la industria petrolera), en el Táchira (con la crisis por el conflicto de Chávez con Uribe), en las zonas industriales del centro del país (la caída de la industria automotriz) y en Caracas. La contracción se debió a la caída de los sectores industrial, petrolero, comercial y de servicios; sólo se salvaron la agricultura, la construcción y las telecomunicaciones.

Los efectos de la crisis son paulatinos y ya llevamos varios meses sintiéndolos, aunque no de una manera catastrófica como algunos lo pronostican. Si de algo se cuida el régimen es de cometer los errores que cometió Carlos Andrés Pérez en 1989. La crisis se expresa en la inflación, en la escasez de productos, en las deudas acumuladas con trabajadores, contratistas; en proyectos parados, en el desempleo creciente. La esperanza oficial sigue siendo el aumento de los precios petroleros. Sin embargo, conspira contra este anhelo oficial, la gradual caída de la producción petrolera, el aumento del consumo interno de gasolina y el aumento de los compromisos de Petrocaribe, amen de que el nivel del gasto público es de tal naturaleza que ni a 100$ por barril alcanzaría para tanto dispendio.

¿Hacia dónde va Chávez?

El deterioro económico agrava el deterioro social y político del gobierno. Pero sería un error terrible pensar que Chávez está fatalmente debilitado. El presidente aprovecha el 2009 para impulsar leyes e iniciativas no democráticas y no constitucionales para consolidar su poder, antes del 2010, cuando tendrán lugar las elecciones parlamentarias, decisivas para el proyecto del comandante.

¿Cuál es el proyecto de Chávez? Aunque todavía pueda parecer exagerado a algunos, no hay duda que el proyecto de Chávez es comunista a lo soviético, a lo cubano: un país sin propiedad privada; una sociedad sin pluralidad política ni ideológica. El proyecto comunista de Chávez contempla una sociedad sin libertad de prensa ni de expresión ni medios independientes, donde las libertades individuales están controladas por el Estado; donde el Partido Único controla la casi totalidad de las manifestaciones sociales: la economía, la educación, la cultura. En el proyecto de Chávez no hay espacio para la educación privada, la medicina privada, ni la iniciativa privada; grande, mediana o pequeña. El sueño de Chávez es cambiar nuestro modo de vida y reproducir aquí la sociedad cubana.

Pero la tarea para implantar este proyecto en Venezuela será titánica, si no imposible. Para derrotarlo democráticamente será necesario impulsar luchas con la participación de las grandes mayorías opuestas al comunismo cubano.

Manuel Guevara es Ingeniero y analista político

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