Máximo
Blanco
Las orientaciones políticas del régimen y la
crisis económica creada, por sus errores, han disminuido la calidad de vida del
venezolano. Ello, por que los problemas sociales se han agravado y multiplicado.
Situación que ha comenzado a crear descontento entre los sectores más débiles
de la población.
En
este sentido, la inseguridad personal es una de esas dificultades que afectan
la tranquilidad de los venezolanos. Hoy, debido a la impunidad reinante, la
delincuencia organizada se ha repartido en el territorio nacional, aumentando la criminalidad, los atracos, los secuestros,
el robo de vehículos y el cobro de vacunas, situación que mantiene aterrorizada
a toda la población.
La
educación, vendida como uno de los éxitos del presente régimen, también está en
crisis. El deterioro de la infraestructura educativa, la existencia de 5
millones de niños fuera del sistema escolar, el millón y medio de analfabetas
que aún persisten y el bajo nivel académico, desnudan las mentiras de la
propaganda oficial. Y si a esta
situación le agregamos los bajos salarios de los docentes, el cerco
presupuestario a las universidades y las pretensiones del régimen de eliminarles la autonomía, no habrá dudas
que aumentarán las movilizaciones de estudiantes y profesores.
Los
millones de dólares que se han invertido en el sector eléctrico parecen tener
un destino diferente, pues no se observan mejoras en el servicio. Hoy, continúan
registrándose más de 2 mil apagones por semana, causando daños a los aparatos
electrodomésticos, a los alimentos y frenando la actividad económica en el
país. Esta situación continuará siendo otro factor estimulante de protesta en
todo el territorio nacional.
Los
pésimos servicios de salud también atizan la lucha social. El déficit de
médicos en los hospitales supera el 50%. Existe una marcada escasez de insumos
y enseres que afectan el funcionamiento de hospitales y clínicas privadas. Más
del 60% de los módulos de Barrio Adentro no están operativos. Los medicamentos están desaparecidos, y este régimen niega los dólares que se requieren
para garantizar las importaciones del sector salud.
Otro
problema, que preocupa a los venezolanos, es la escasez de viviendas, cuyo
déficit pasa de los 3 millones de unidades. Miles de casas ahora son
multifamiliares, pues las parejas jóvenes no tienen los recursos para adquirir
sus viviendas. Pero además, los entornos familiares, en las barriadas
populares, se encuentran afectados por deficiencia de drenajes, cloacas,
calles, transporte público y la falta de acceso al servicio de agua potable.
Sin
embargo, los problemas sociales a los que, en estos momentos, la población le
asigna mayor preocupación derivan de los
desequilibrios macroeconómicos. En ese campo, el desabastecimiento y el alto costo
de vida han pasado a ocupar los primeros lugares de inconformidad en los
diversos estudios de opinión que se han realizado en el país. El salario social
está en franca caída, pues para cubrir la Canasta Alimentaria Familiar se
necesitan más de tres salarios mínimos. Situación que, sumada al aumento del
desempleo y el sub-empleo, ha llevado a
que por cada hora 200 venezolanos pasen a ser ubicados en el área de la
pobreza. Y estos problemas siempre conducen a la población hacia un sacudón de
conciencia.
En síntesis, el hambre, la inseguridad
personal, las colas, la carestía de vida, los apagones, la corrupción, la exclusión laboral, el “no hay” y el
anuncio del racionamiento biométrico están
estimulando esta inconformidad social que se levanta en Venezuela, y
que, sin dudas, abre una clara
oportunidad para organizar la mayoría necesaria en función del cambio político.
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