martes, 8 de septiembre de 2009

LA ESCUELA BRÚJULA DE LAS NACIONES


Elisa Pineda de Belisario

Persiste un impulso contenido por recargar el ahora maltrecho vademécum desbordado de los días aquellos de plétora docente, como quien dice “ayer no más”, años sesenta…setenta. Hoy estamos, no vacilantes, pero si como aprisionados entre cierta desesperanza y la pugnacidad de este firme, palpitante amor por La Escuela… Estructura social en la cual se forja la integridad humana, por ello la sentimos, la sabemos revestida siempre por su única, inviolable razón de ser: inducción hacia la inquietud objetiva y sensible (se puede objetivamente ser sensible, cuestión de honradez ) por el conocimiento y comprensión de la evolución del hombre y consecuencialmente de su estructura ética y social, por la interpretación y respeto del proceso histórico de la pareja, el hijo y las familia, la comunidad y la ciudadanía, para razonar el deber, el derecho y la libertad… y este sueño tantas veces roto: el de la concordia universal.
La escuela debe arrojar un adolescente (hembra – varón) consciente de sus valores intrínsecos, supeditados éstos a la dignidad, el raciocinio, el albedrío y el don gregario. La suprema razón de La Escuela es el cultivo del ser humano en armonía con su original naturaleza LIBRE Y ECUMÉNICA, simbiosis que La Escuela y El Hogar esencialmente, han de cultivar para la incorporación y servicio del individuo en una sociedad constituida a la medida de cualesquiera latitudes donde se asienten los pueblos; ello será determinante en el desenvolvimiento pacífico, controversial o solidario, tirante o belicoso de los conglomerados humanos. Tales fundamentos se sustentan por las propiedades, facultades y procesos requeridos por los objetivos a satisfacer mediante la internalización por parte de La Escuela, su desarrollo, trasmisión, y paliación en el marco de la más depurada e integral pertinencia. Esta característica inviolabilidad institucional garantiza un producto social acorde con las necesidades espirituales, físicas, y culturales del individuo y del colectivo humano, la ineludible preservación del patrimonio que nos otorga el Universo.
Por tanto es imprescindible aceptar que la escuela se constituye en BRÚJULA DE NACIONES.
¡Ay de las Naciones que juegan o pretenden jugar con su brújula!
Elisa Pineda es educadora retirada, dirigente cultural

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